En la antigua Roma, la hora no era una unidad de tiempo consistente. En verano, podía durar hasta 75 minutos y, en invierno, a veces duraba sólo 45 minutos.
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En la antigua Roma, la hora no era una unidad de tiempo consistente. En verano, podía durar hasta 75 minutos y, en invierno, a veces duraba sólo 45 minutos.